Primero, pongámonos de acuerdo: la fotografía es una herramienta expresiva, y como tal debería ser una herramienta libertaria, que nos permita crear sin ataduras ni restricciones.
Hasta ahí, seguramente todos podríamos tomarnos de las manos y cantar cumbayá en torno a una fogata. Pero resulta que en cuanto a la formación de fotógrafos, hay varios puntos que se quieren imponer cual tablas de la ley dictadas por Dios a Moisés.
Por ejemplo, no es cierto que el lente 50 mm. sea ¨el¨ lente. El mito y error seguramente viene desde Henri Cartier Bresson (HCB) a nuestros días. El francés era un innovador, un moderno. Fue el padre de la fotografía de calle y creó como concepto “el instante decisivo”, aunque revisando sus planchas de contacto nos damos cuenta que por su formación pictórica, él muchas veces encontraba escenografías donde se quedaba esperando que sucediera algo. Tenía un gran sentido de la oportunidad, un ojo increíble, pero más que todo eso tenía paciencia. En tiempos que se consideraba a las cámaras de placa de medio o gran formato como las máquinas “de verdad”, las que debían usar los profesionales para considerarse como tal, HCB comenzó a utilizar la recién producida Leica, una cámara que era tan disparatada que utilizaba la película de cinematógrafo que había sido inventada 30 años antes y a (casi) nadie se le había ocurrido que podía ser utilizada para fotografía. El primer lente que tuvo fue justamente, el 50 mm. Y este maestro se acostumbró a esa distancia focal. ¿Cuál es entonces el mejor lente? No lo hay. No existe el Santo Grial de los lentes. El mejor será el que se adapte a la forma de trabajo que vayamos generando. Si hoy tuviera que elegir un lente fijo optaría por el 35 mm. Un gran angular que me permite hacer fotografía documental, metiéndome en las escenas sin demasiada deformación. El Nikon 35mm – f2,8 fue mi lente de trabajo durante 20 años, hoy tengo uno de diafragma 2, con estabilizador, pero en fotografía en acción prefiero trabajar con zooms. A mis alumnos les recomiendo que empiecen con los lentes zoom de kit, tanto de Canon como Nikon: el 18 – 55mm., que con sensor reducido queda entre un gran angular en el entorno de los 30 mm. y un pequeño teleobjetivo de 80 mm. Luego irán encontrando cada uno la distancia focal en la que se sientan mas cómodos y comprarán lentes mejores, fijos o zooms, aunque en lo personal los lentes fijos no me parecen prácticos para fotoperiodismo. Pero las opciones en fotografía van bastante más allá de lo documental y algunos reporteros gráficos incluso prefieren lentes fijos para sus trabajos.
Otra premisa tomada de los dichos de Cartier Bresson es el no uso del flash. Le adjudican la frase “yo no uso flash porque respeto la luz”. Respetar la luz es usarla a nuestro favor, es modelar según nuestro antojo, o es ver cómo llega la luz natural a un objeto mientras pasa desapercibido para el común denominador de la gente, o como con la luz del celular o de una lámpara de escritorio logramos modelar un objeto o un rostro. HCB era, como ya dije, un innovador, un rupturista, un tipo que no se ponía a mirar para el costado porque no le importaba el rumbo de la manada. En su época la luz de flash era provocada por magnesio mezclado con clorato de potasio (uno de los componentes de la pólvora), que al principio se ponía libre sobre una regleta, generando en cada disparo una explosión y una humareda acre, luego pasó a estar dentro de una lámpara de un solo uso, con una cabeza de flash fija. Se tomaba una foto y se debía sacar la lámpara y poner otra. Si Bresson hubiese tenido a su disposición los flashes TTL que comparten información con la cámara, leen la luz correcta a través del lente, permiten mover sus cabezas para colocar la luz donde se nos antoje, y que además pueden ser usados en forma remota, seguramente hubiera sido el primero en usarlos.
También se inculca que el formato en que se deben sacar y guardar nuestras fotos debe ser el RAW. Un disparate importante. El RAW (o formato en bruto, sin las modificaciones básicas que la cámara aplica al formato JPG) nos permite modificar a nuestra voluntad la imagen, obtener información de lugares demasiado oscuros o claros y nos salva una foto que quedó sobre o sub expuesta. O sea nos ayuda a resolver ¨chambonadas¨, pero es un formato de acceso poco versátil. Para verlo tengo que abrirlo en Lightroom o Photoshop, pero solo puedo hacerlo si tengo instalado el plugin correspondiente a mi cámara. Quiere decir que no puedo abrir la foto en cualquier computadora, no puedo abrir tampoco la secuencia de fotos para verlas en forma rápida en el visor de Windows o de Mac. En mis cámaras saco en RAW+JPG (todas las cámaras semi – profesionales o profesionales permiten esa opción), incluso cuando voy a hacer un trabajo de muy largo aliento en corto tiempo guardo solo en JPG. Por ejemplo para “Más allá del deber” (un libro que publiqué en 2011) para el que, en 35 días saqué 22.600 fotos, trabajé solo en ese formato. El mito dice que a pesar de que guardemos las fotos en JPG en compresión media, cada vez que se vea una foto y luego se cierre, la imagen se deteriora. No es cierto. La imagen se deteriora cada vez que la abrimos en Lightroom o Photoshop, y la cerramos y la volvemos a abrir y cerrar, y así consecutivamente. Por eso si sacamos en JPG, editamos y las fotos elegidas las retocamos, lo ideal es guardarlas en un formato que no sea de compresión – descompresión, como TIFF por ejemplo. Y si sacamos en RAW–JPG y tenemos las condiciones de trabajo para hacerlo con calma en nuestra computadora, podremos editar desde Lightroom o Photoshop y retocar los RAW desde ahí. Pero los JPG correspondientes no son para descartarlos.
Otra ley supuestamente escrita en piedra es que nuestra cámara tiene que estar siempre en M (modo manual). Esto quita espontaneidad a la toma fotográfica si cada vez que saco mi cámara del bolso tengo que estar regulándola. Somos fotógrafos, no trapecistas de circo. Al que se planta frente a nuestras fotos debemos conmoverlo de algún modo, y a esa persona le interesa poco qué prueba circense tuvimos que hacer para sacar la foto. El modo M debería ser el último recurso. Los semi – automatismos que permiten elegir la herramienta creativa y condicionar la otra entrada de luz de la cámara son los más adecuados para el trabajo cotidiano, AV en Canon o A en Nikon nos permiten elegir el diafragma al que queremos trabajar y que la cámara ponga automáticamente la velocidad, o el modo TV en Canon y S en Nikon y otras marcas, permiten elegir la velocidad en forma manual y la cámara pondrá el diafragma en forma automática. En lo personal mis cámaras están siempre en AV (uso Canon) porque me interesa tenerlas en el diafragma f2,8, me gusta despegar con diafragmas abiertos los sujetos de su entorno. Y si estos modos semi – automáticos no están resolviendo bien entonces sí nos pasaremos a modo M (manual). Incluso es válido en un apuro que aquellos que están aprendiendo pongan P (Program) como opción “desesperada”.
Respecto a el balance de blanco tampoco es muy práctico (se me ocurren adjetivos algo más duros) estar cambiando el balance contínuamente. La cámara entiende muy bien la clase de luz que tiene adelante. Se puede dejar en AWB (Auto White Balance) y cuando las luces son complicadas o queremos jugar con los colores que tenemos en frente (un amanecer, un atardecer) entonces sí cambiaremos.
Pero de los disparates más disparatados que he llegado a leer o ver en tutoriales está el de poner el lente en forma permanente en enfoque manual. Las cámaras que usaban película y lentes manuales (hice fútbol durante 20 años con foco manual) tenían por lo menos tres sistemas de enfoque: un centro que se partía al medio y había que hacer coincidir hasta que no se vieran las mitades, por afuera de éste un anillo de microprismas, cuando no los podíamos distinguir la foto estaba en foco, y en tercer lugar la pantalla completa que se enfocaba y desenfocaba. Pues bien, las cámaras actuales solo tienen este último sistema. Están hechas para usar en modo autofoco, y lo hacen muy bien, entonces ¿para qué nos permiten pasar a foco manual? Porque si tenemos por ejemplo, un tejido adelante pero lo que queremos enfocar está detrás, la cámara (todavía) no entiende lo que queremos dejar en foco. Esa opción es para situaciones excepcionales.
Como dije al principio, la fotografía como herramienta expresiva, debería ser libertaria, debería permitirnos buscar nuestro propio estilo poniendo la herramienta a nuestro servicio. La técnica, el manejo de la máquina deberían ser un puente, no un río.
Entonces, a disfrutar de fotografiar, a interpretar la realidad en imágenes que nos sacudan primero a nosotros, que para eso es que trabaja un creador, y luego que sacudan al resto del mundo. Sin ataduras.
Texto: Armando Sartorotti
Imagen: MOISÉS PROMULGA LA LEY. Grabado de 1889 de Julio Schnorr de Carolsfeld.